Algunas implicaciones del Lenguaje.-
El Lenguaje como
habilidad innata y/o adquirida:
Lic.
Neustander M. Espinosa Cuevas, M.A.
El lenguaje, como
otros asuntos de la vida, es un punto de discusión entre idealistas y
empiristas. Posturas extremas que han existido en el trascurso de toda la
historia de la humanidad, en especial en torno a los argumentos filosóficos y
sociales. Sin embargo, en cada época asumen formas diferentes y novedosas; pero
en el fondo continúan su matiz, su esencia teórica.
La discusión en torno al lenguaje,
entre idealistas y empirista, se basa a si es innato o si es adquirido. Por un
lado, unos, los idealistas plantean que los seres humanos nacen con esa
capacidad; incluso, asumen éste como un don biológico, genético. En cambio, los
otros, empirista, explican el asunto como algo aprendido en el entorno social
como cualquier otra habilidad física o natural.
En ese sentido, Serra; et al
(2000:19-21) señalan que la postura “idealista-pragmática” o americana ha
extendido su influencia poniendo en primer término la importancia de los
aspectos genéticos en el comportamiento, hasta el punto de atribuirles
conocimientos lingüísticos. Entre sus exponentes, resaltan a Fodor, en la
filosofía y la psicología; y a Chomsky, en la lingüística, quienes parten de
argumentos basados en hechos empíricamente demostrados.
De
forma similar, Montoya (2001), explica más detalladamente que en la lingüística, como en otras ciencias del conocimiento humano,
existe una disputa entre el empirismo y el nativismo. El nativismo sostiene que
la capacidad de ver, oír, pensar y hablar son actos innatos o genéticos. En
cambio los empiristas, a la cabeza de los behavioristas o conductistas, están
convencidos de que el niño aprende a hablar porque imita a los adultos -sobre
todo a la madre- y porque tiene necesidad de manifestar sus necesidades y
deseos. Según los empiristas, el niño aprende el idioma de la misma manera que
otras destrezas físicas y mentales. Es decir, mediante la llamada
"conducta operante", que está determinada por la influencia de
factores externos o adquiridos y no así por medio de factores innatos o
genéticos.
También, añade él: así como los empiristas
están convencidos de que el niño aprende a articular y combinar sonidos, los
nativistas y los psicólogos del Gestalt, que rechazan categóricamente la teoría
de que el entorno social sea el único factor determinante en el desarrollo
idiomático, están convencidos de que el habla es un don biológico con el cual
nacen los humanos, y que la experiencia cognitiva es apenas un estímulo para su
desarrollo posterior. De ahí que el psicólogo Arnold Gesell, a diferencia de
John B. Watson y Brurrhus Skinner, sostiene la concepción de que gran parte del
desarrollo lingüístico del individuo está determinado por factores de
maduración interna, y no por las simples influencias del entorno social.
Las opiniones de empirista e idealista son
los dos extremos en torno al lenguaje. Ejemplos claros de tal asunto son las
explicaciones de Jackson y de Chomsky. El primero, citado por Montoya (Op.
Cit.), argumenta que cada función realizada por el sistema nervioso es
garantizada no por un grupo reducido de células, sino por una complicada
jerarquía de niveles de la organización fisiológica del sistema nervioso. En
otras palabras, para que la persona pronuncie una palabra no es suficiente con
que se activen el grupo de células de la corteza de los hemisferios del cerebro
‘responsable’ de esto. Para él, en la gestación de la palabra participan, según
su naturaleza, estructura ‘profundidad de yacimiento’, diversos mecanismos
cerebrales. Además, dice: en el mantenimiento de los procesos lingüísticos
toman parte tanto los más elementales mecanismos fisiológicos del tipo
‘estímulo respuesta’ (E-R) como mecanismos específicos que poseen estructura
jerárquica y exclusivamente características para las formas superiores de
actividad lingüística.
En contraposición, Chomsky, citado por el
mismo Montoya, considera que el idioma es una suerte de computadora que
funciona de manera automática, como los procesos de asociación antes de pensar.
Plantea la teoría de que el niño tiene una programación genética para el
aprendizaje de su lengua materna, desde el instante en que las normas para las
declinaciones de las palabras, y la construcción sintáctica de las mismas,
están ya programadas genéticamente en el cerebro. Lo único que hace falta es
aprender a adaptar esos mecanismos gramaticales al léxico y la sintaxis del
idioma materno, que, en el fondo, es una variante de una gramática que es común
para todas las lenguas, sin que esto quiera decir que exista -o existió- una
"lengua madre universal" de la cual derivan todos los idiomas hasta
hoy conocidos.
Sin embargo, es necesario considerar un
punto de equilibrio, una teoría ecléctica; tal y como sustenta el mismo
Montoya: aparte de las dos teorías mencionadas, se debe añadir la concepción de
los "interrelacionistas", quienes consideran que el lenguaje es un
producto tanto de factores innatos como adquiridos, ya que el lenguaje depende
de impulsos internos y externos, que están determinados de antemano, lo que
presupone la preexistencia de sentimientos y pensamientos. Al faltar los
conceptos internos -por diversos motivos- falta también la facultad del habla,
como en los recién nacidos o en los impedidos mentales. Pero para hablar,
además de un contenido psíquico mínimo, hace falta el estímulo externo, el
impulso de expresarse y hacer partícipes a los demás de nuestros estados de
ánimo. De ahí que el estudio del desarrollo idiomático del individuo es tratado
no sólo por la psicolingüística, sino también por la sociolingüística, que
estudia cómo el idioma influye y es influido en la interrelación existente
entre el individuo y el contexto social, habida cuenta que el lenguaje, además
de ser un código de signos lingüísticos, es el acto de expresar ideas y
sentimientos mediante la palabra; más todavía, cuando el lenguaje es el primer
patrimonio familiar que recibe el recién nacido, a quien le acompaña desde la
cuna hasta la tumba, y es la herencia, a veces la única, que transmite a sus
descendientes. Y precisamente, esta es la posición asumida en este trabajo.
Por otra parte, Serra; et al (2000:21) plantean resituar algunos
asuntos: 1) lo que se entiende por innato, “aquellos aspectos que forman parte
del equipo biológico de la especie,
ya sean accesibles desde el nacimiento o posteriormente como fruto de la
maduración; 2) lo que se entiende por adquirido, “resultado de la interacción
con el grupo social y el medio donde se vive”. Y terminan presentando un breve
resumen de esta problemática: la tarea que hay que realizar en el estudio de la
adquisición del lenguaje consistirá, en primer lugar, en familiarizarse con los
factores en juego y con los datos correspondientes, para después resituar
aquello que parezca innato y aquello que parezca aprendido, o valorar hasta qué
punto parece claro qué es lo que pertenece a uno y otro ámbito, sin concluir,
por ejemplo, que por el hecho de que alguna habilidad tenga componentes innatos
toda ella lo tenga que ser. En segundo lugar, y mucho más interesante y
efectivo, se tratará de revisar los diversos tipos de interacciones durante la
adquisición, tanto aquellas que se den en el interior de cada componente del
lenguaje, como las que se den entre los diversos componentes, así como las
habilidades psicológicas y las condiciones sociales que les dan soporte. De
esta forma se dispondrá de una base teórica sólida a partir de la cual adoptar
criterios aplicados, tanto en el ámbito de la educación como en el de la
intervención en el caso de niños y niñas cuyo aprendizaje se realiza en
circunstancias excepcionales.
Así que, según las
informaciones anteriores, es necesario asumir el lenguaje como un fenómeno
tanto innato como adquirido. Es decir, existen aspectos con los cuales se
nacen; heredados, genéticos (como los demostrados por Broca y Wernicke: la
lateralización, la comprensión, audición y la articulación del lenguaje); y
otros, aprendidos por la interrelación social (como el idioma).
Referencias bibliográficas:
Berko, J. et al (1999) Psicolingüística. Segunda edición.
España: McGraw-Hill.
Serra, M. et al (2000) La Adquisición del Lenguaje. Barcelona,
España: Editorial Ariel, S. A.